Le fe como una fuerza impulsora
La Fe nos da a nosotros y a muchas de las personas, iglesias hermanas y organizaciones con la que trabajamos inspiración, valentía y fortaleza para defender a las personas amenazadas, silenciadas o que viven en pobreza. Ser iglesia es una fortaleza. Como iglesia estamos profundamente arraigados en la sociedad y somos parte de una red global con acceso a actores locales a nivel de base. Esto nos permite apoyar a organizaciones de la sociedad civil y a personas vulnerables que viven en áreas de difícil acceso. En algunas partes del mundo, las instituciones religiosas son los únicos actores a los que se les tiene confianza en la sociedad. Dicho esto, la interacción entre la religión, la ayuda humanitaria y el trabajo de incidencia nos otorga una posición única como un actor para el cambio.